Reto #Comba TT: #ElMundoATravésDeTi
#ElMundoATravésDeTi
Por Juan Bautista Durán / @tuitbautista
Desde la ventana veo cómo el hombre joven repite el recital de todas las tardes, días más, días menos, con su aire entre místico y taciturno. Podría haber sido jugador de baloncesto, ahora es oficinista. Lo delatan sus frases, el modo en que arrastra el taburete hasta la puerta que da al balcón y cruza las piernas al sentarse. A su derecha está la lavadora, luego la nevera, la encimera. Más no alcanzo a ver, apenas el borde saliente de una mesa en la que dejará el cenicero, el tabaco y el botellín de cerveza.
Hace un rato puso una lavadora. Vi su sombra agachada a través del cristal medio opaco, introduciendo el detergente y la ropa en el bombo, mientras yo tendía mi colada en el tendedero de la ventana. Él tiene un balcón generoso, ahí tenderá la ropa; yo no, yo me conformo con este tendedero que me hice tensar y al final añadir una última cuerda, adonde a duras penas llego. Tengo que ponerme de puntillas, estirar bien los brazos, y en el roce con el borde de la ventana me queda una marca roja en el bajo vientre parecida a la de una cesárea. No tengo hijos, sin embargo. Algún día quizá me decida, no es algo que descarte. Bien sé el ajetreo y los quebraderos de cabeza que supone, pero también las alegrías: levantarse un día cualquiera, como hoy, y que a pesar de la mala noche que te hayan dado sólo te salga decir feliz martes, mi vida.
Él estuvo casado, o al menos algo por el estilo. Sus broncas llegaban hasta aquí. Le decía de todo la mujer. Su voz no la conozco, en cambio, es un hombre de los que saben callar y en sus silencios trazar un camino. Maneja el teléfono móvil al tiempo que la ropa da vueltas en la lavadora, sentado aún en el taburete, como si en la casa no tuviera salón, como si no tuviera otro remedio que seguir obedeciendo a su exmujer y fumarse el cigarrillo junto a la puerta del balcón. Ciertos triángulos nunca alcanzamos a desarmarlos. Y que de pronto parezca que carece de interés, que la vida es así y no somos quienes para cambiarla, da cuenta también de su naturaleza de oficinista. ¿Habrá ropa de su exmujer todavía en la lavadora?
Lo que pueda decir en el móvil no me distrae de lo que es. Lamento tan sólo que no haya aprovechado su altura para abundar en el baloncesto, un deporte más elegante que el fútbol y que da a los hombres esa talla superior. Está escribiendo en Twitter acerca de Ada Hegerberg, la ganadora de la primera edición del Balón de Oro femenino, una jugadora sueca que milita en el Olympique de Lyon, por lo que veo, y que tiene el aspecto rotundo de cualquier sueca que podamos imaginar. En verdad, a él le interesa más el Balón de Oro masculino. Celebra que Luka Modric haya roto la hegemonía de Cristiano Ronaldo y Leo Messi. ¿Ejercerá Ada un dominio similar?, se pregunta. Está rica, añade, seguro que en la intimidad sabrá perrear. Eso a mí no me importa, sin embargo. Lo que eres, escribo, me distrae de lo que dices. Alguien debería darse cuenta de que estas palabras son un pequeño homenaje a Pedro Salinas, que murió un 4 de diciembre como hoy de hace sesenta y siete años. Yo no miro a donde miras —dice en otros versos del mismo poema—: yo te estoy viendo mirar.
Hay quienes le responden con airados comentarios sobre Modric. Esto no es romper ninguna hegemonía, aseguran, esto es la confirmación de los sucios poderes del Real Madrid: vendido Cristiano Ronaldo, hacen que el premio recaiga en un jugador de los suyos y que Messi baje sin explicación alguna al quinto lugar. Los mensajes corren como la lavadora en el centrifugado, y es curioso este presenciar una conversación de hombres sin estar en ella. Casi puedo oler el aroma del botellín de cerveza. Él defiende la gran temporada de Modric tanto a nivel de clubes como de selecciones, eso dice, mientras que Messi… No fue éste su mejor año. Y si tanta es la influencia del Real Madrid, continúa, no parecen estar demasiado al corriente de la nueva realidad: es el único club importante sin sección femenina. Perrea, perrea…, le responde uno con la foto del presentador en la gala del Balón de Oro femenino. Fue ése quien le preguntó a Ada Hegerberg si sabía perrear, de un mal gusto absoluto. Él se rasca la cabeza, le da una calada al cigarrillo. Qué manera de sacarle punta a los temas, admiro esa capacidad suya de participar en debates abiertos. A lo mejor es que yo no sé, que la escritura de las redes sociales sólo se entiende para afuera y no como yo la concibo. Necesito un cristal, no un espejo. Para mirar al mundo —escribe Salinas—/ a través de ti, puro,/ de hollín o de belleza,/ como lo invente el día.
Un 4 de diciembre murió también Frank Zappa. Hace veinticinco años de eso. Parece mentira, yo me he rebobinado a mí misma con discos de Zappa y resulta que estaba más muerto que vivo. El dato me sorprende tanto como si hubiese leído esta mañana en la prensa que falleció anoche rodeado de los suyos, con el bigote impecable y una guitarra al lado. ¿Quién narraría la historia de esa guitarra? ¿Y la de tus broncas con la exmujer? Me molesta que seamos tan escandalosas, y sin embargo, me doy cuenta, esto nos salva. No puedo seguir temiendo el grito que rebota contra mí, ni siquiera el gesto, ese atrevimiento necesario que ya no sólo es mirarte. La vida se nos amontona con sus avatares cual tema de Zappa, que una no sabe de dónde parte ni hacia dónde se dirige, pues carece de un terreno delimitado de juego. Él lo interviene, le da la forma que mejor intuye y hace que se hilvane y encaje con el principio y el fin último de su existencia. Qué difícil es perseguirlo musicalmente, se escurre con la guitarra mejor que Messi con el balón.
A mí no me gusta el fútbol, pero a Messi lo conozco. Y a Ronaldo, no a Modric. Es casi una obligación social, como ésta de tener una cuenta en Twitter. Luego creemos que somos libres y que como tal actuamos, cuando mi único acto libre es seguirlo a él. Por sus horarios y la ropa que viste sé que es oficinista; por sus modales, por la rapidez con que al llegar a casa se pone cómodo, con vaqueros o chándal y una sudadera. En verano no es raro verlo en calzoncillos, tan alto y flaco que al doblar las piernas para sentarse dan la impresión de enlazarse. Se forma ahí un vacío que ahoga los gritos, la desesperación musical que Zappa corrige con la guitarra y al rato no podemos dar seguro por hecha. ¿Sucedió en realidad?
Dentro de poco terminará el centrifugado de la lavadora. Mi ropa sigue húmeda, es probable que la deje pernoctar en el tendedero para que el sol de la mañana la seque del todo. Él hará lo mismo. La tiende en una sisí, toda muy ordenada, sus camisas y pantalones, los jerséis, que de tanto mirarlos ya casi forman parte de mi colada. No me importa que de vez en cuando se mezcle alguna prenda de su exmujer, yo soy comprensiva, todos cargamos con un pasado que nos obliga y no pretendo forzar a nadie a un drástico borrón y cuenta nueva. Agradezco sus grandes brazos, eso sí, no sólo porque los siento amorosos; cuando ya no me sirva ponerme de puntillas para alcanzar la última cuerda pues la gestación supere los cinco meses y la barriga me lo impida, él retirará la ropa sin apenas esfuerzo.