Diez años en el horizonte
Por Juan Bautista Durán
Esta primavera Comba cumple diez años desde su irrupción en el panorama editorial español, con las que fueron sus dos primeras novedades: Las semillas de Urano, del poeta chileno Tomás Browne, y La raya oscura, del narrador y ensayista español Segundo Serrano Poncela.
Fueron años de inquietud y sostenida agitación cultural ante la deriva que los tiempos llevaban, en los que surgieron otros ellos independientes y algunas librerías también independientes, o como haya que llamarlas, siendo éste un término tan trillado y cuando menos sospechoso para amparar cualquier buena causa. Eran proyectos, y lo son algunos todavía, que coincidían en la voluntad de aportar aire nuevo a la actualidad literaria lo mismo que a las librerías y sus expositores, muy marcadas por las férreas normas de los grandes grupos. Alguna tesis universitaria habrá en años próximos que analice y estudie este fenómeno: cómo en la segunda década del siglo XXI —ensanchando más o menos los límites— tuvo lugar en España una renovación y ampliación del marco editorial y literario como no se había visto desde el tardofranquismo, es decir, desde los años sesenta. Estamos hablando por tanto de medio siglo de diferencia, con los cambios sociales que entre un momento y otro acontecieron.
Si las editoriales nacidas en esos años son bastantes, no lo son menos, por suerte, las librerías. Llaman la atención los nombres dizque contestatarios que algunas tienen, y no por inapropiados, sino por el sentimiento de ocaso bajo el que surgieron y su voluntad de hundirse con la era Gutenberg si no había otro remedio; pero luchando, dando la cara por el libro. En esta línea están, por citar sólo cuatro, la librería Tipos Infames en Madrid; Letras Corsarias en Salamanca; Nollegiu y Fahrenheit 451 en Barcelona. En los cuatro casos evitaron los nombres solemnes o neutrales, incluso fácticos, a los que se suelen acoger las librerías, para mostrar un punto rebelde y aun provocador. Por un lado parecen advertir de los riesgos de no leer —infamia, incendios, batallas— y por el otro hacen un llamado juguetón, como diciendo «leer mola». La madrileña Tipos Infames tiene un apéndice además donde se lee «Libros y vinos», excelente combinación, un maridaje no oficial que sin embargo es por todos conocido, tanto para disfrutar de la lectura como para incitar a ella.
A esta primavera Comba llega con un catálogo próximo a los sesenta títulos y dos novedades muy representativas de la casa: Horizonte tardío, novela del escritor peruano Ernesto Escobar Ulloa, su segundo título en Comba tras Salvo el poder (2015); y Así es el juego, los cuentos reunidos de Esmeralda Berbel, cuarto título de la autora barcelonesa en el catálogo, los cuatro en un género distinto (Detrás y delante de los puentes, novela, 2016; Irse, diario novelado, 2018; Habitarlo todo, poesía, 2021; Así es el juego, cuentos, 2024) y sin embargo urdiendo entre ellos un proyecto unitario. A esta característica se refería Itziar González en la primavera de 2021, cuando presentó el poemario de Berbel en la Documenta y fue a fijarse en las manos cóncavas y convexas de la autora, en su gesto idéntico al escribir que al abrir una puerta. «Este libro es como una bitácora y dentro hay una brújula que es su corazón», dijo González, para concluir que «su escritura es el corazón», un latido que persiste en los cuentos y llega igual al lector.
Muy distinto latido es el que mueve Horizonte tardío, primera y magistral novela de Ernesto Escobar Ulloa, un autor del que Santiago Roncagliolo dijo que gustaba de hundir las manos en el fango, y esto es lo que hace aquí, enfangarse, rebuscar en el Perú de su juventud las formas de comunicarse y salir adelante que había, tras una década de terrorismo y crisis políticas. Muestra una realidad dura y al mismo tiempo permeable, donde caben los sentimientos positivos y negativos, la locura y la sensatez, y de fondo, sobre todo, la amistad. «Lo maravilloso de escribir es escribir —dijo en la presentación—. Me gusta descubrir lo que va a suceder, entrar en el trance de la escritura.»
El acto tuvo lugar en la Fahrenheit 451, en su nueva ubicación frente al mercado del Born, espacio límpido y llamativo que en breve lucirá también el apéndice de «Libros y vinos», con una propuesta literaria siempre original y propia, fiel a los patrones que motivaron su apertura. En ella encontramos los libros que sobreviven al incendio de la superproducción editorial. Y Horizonte tardío encaja a la perfección con la propuesta de la librería. Acompañando al autor estaba un viejo compañero en el periodismo cultural, el también escritor Robert Juan Cantavella, quien hizo hincapié en el carácter oral de la novela. No es sino pasadas unas páginas cuando el lector cae en la cuenta de ello, de que toda la novela es la historia que el protagonista le cuenta a una amiga; y los distintos niveles de voces, junto con los distintos niveles diegéticos, son un prodigio que obra Escobar Ulloa para dotar a la historia de la fuerza necesaria. Es una novela generacional, de carretera, añadió Cantavella, en la que el uso del tiempo reproduce la paradoja de Aquiles y la tortuga. Apela a la fantasía, a la subjetividad temporal inherente a toda remembranza —esto es lo que hace el protagonista— y a la serie de distancias que hay que recorrer para alcanzar lo que no era sino el punto de partida.
La novela contiene un juego literario no menos importante, en referencia al plagio y al sentimiento de autoría, el cual no cae lejos del mundo literario de Esmeralda Berbel. Es un mismo juego. Y como reza el título de la barcelonesa, así es el juego. Para la puesta de largo de sus cuentos nos citamos de nuevo en la Documenta con sus fieles y generosos lectores, acompañada Berbel por Eduard Fernández. Puso de relieve éste la manera que tiene Berbel de llegar con la palabra al lector, lo que, si no constituye en sí mismo una genial paradoja, es algo tanto o más difícil de explicar que la de Aquiles y la tortuga o, por qué no, la travesía editorial de Comba para cumplir estos diez años saltando a las letras hispánicas.
© de la imagen: obra de Joaquín Torres García