Berbel, una voz propia
Por Juan Bautista Durán
Hace años que Esmeralda Berbel (Badalona, 1961) reclama un protagonismo en las letras españolas. Poeta, narradora y profesora de literatura creativa, ha escrito también varios ensayos de temática social —Trátame bien: el maltrato físico y psicológico a examen (Alba, 2004) o De qué hablamos las mujeres (Alba, 2008)—. Su obra más conocida a la fecha era la novela Detrás y delante de los puentes (Comba, 2016), relato autobiográfico donde narra su infancia en un San Adrián obrero, paradigma del cambio que hubo en España durante la Transición. No pocas voces han comparado esta obra con la de Javier Pérez Andujar, por el alma y la calidez que sus palabras manan pese al ambiente de pobreza que describen. «Un libro emotivo que recoge en forma de novela su memoria de unos tiempos iniciáticos en los que cruzó muchos puentes», escribió Jacinto Antón (El País, 23/IV/2017). En él demuestra que a la postre, por mucho que uno se mueva, es imposible ir a ningún sitio. «Eres de donde eres y eso siempre va contigo», escribe.
La pertenencia al lugar donde uno creció está también en Irse, diario íntimo en que la autora echa la vista tres años atrás, cuando su matrimonio entró en crisis y se rompió. Las idas y venidas, el miedo, la incertidumbre y la presencia de terceras personas, en una narración que pone en primer lugar los sentimientos, forman el cuerpo central del libro. Como afirma la doctora en letras hispánicas Anna Caballé, el diario personal, que en sus orígenes expresaba un estado de civilización, hoy día responde a una fractura. Y el libro de Esmeralda Berbel, además de ejemplar, es un modelo de cómo conseguir un punto de equilibro. Escribe la vida para reconocerse. «No imaginé nunca —dice Berbel— que esa forma de contarme desearía llevarla a la luz. Éste es el diario de tres años muy importantes de mi vida, por la modificación, el tránsito y el descubrimiento de un nuevo lenguaje.» Con estas palabras introduce al lector a ese paisaje íntimo que, además, en determinados puntos, desvela la tarea del escritor, enfrascada en esa época en la escritura de Detrás y delante de los puentes y la promoción de Interiores (Alrevés, 2015). Varía el registro, varía el espacio, pero en el fondo ambas cosas son la misma.
Berbel sigue cruzando puentes en esta nueva obra, la cual, siendo una continuación de su novela, es un desafío en tanto que ejercicio radical del «yo». Disecciona los tiempos en la caída final de un matrimonio, con la presencia de una hija adolescente, suerte de enlace emocional entre marido y esposa. No se trata de odio, sino de desamor; de la incomodidad de vivir con alguien a quien uno ya no quiere y elegir por tanto la soledad. «Escribir hasta que todo quede fuera, la piel, el agua, los peces, las líneas del cuervo, las astas del ciervo, la pezuña del búfalo, el bloqueo anaranjado y este aletear sin aire —escribe—. Que la palabra que ya no es voz pase del cuello al meridiano, y que mis dedos dejen en el lápiz la suavidad y la fuerza de las manos.»
Si en la novela Detrás y delante de los puentes mostraba el desarrollo de un país y una sociedad que dejaban atrás el largo franquismo, con el acceso a ciertas libertades y textos antaño vetados, en Irse este desarrollo encuentra en el vacío la inseguridad, la imposibilidad de echar el ancla en un equilibrio emocional. Cita a María Zambrano: «Sin una profunda desesperación el hombre no saldría de sí, porque es la fuerza de la desesperación la que le hace arrancarse hablando de sí mismo, cosa tan contraria al hablar.» De ahí el «yo» en el que abunda Berbel, esa voz única y cercana, con un deje poético, que traslada al lector la melancolía y la angustia de la separación. Escribe: «No sólo te he perdido como pareja, como marido, sino como persona. He perdido también a tu gente, a tu familia. Aunque digamos que no, es así.»
Las amigas cobran en esas circunstancias un protagonismo vital, casi hermanas, y se filtran en las rendijas del desamor como único sustento posible. Sus consejos, a veces más determinantes de lo que deberían, son también encontrados, voces de todos los colores, y Esmeralda —la autora— nunca pierde el pulso para trasladar a Esmeralda —la narradora, la protagonista— la entera complejidad de los sentimientos. Un testimonio crucial, éste de Berbel, para acercarse al proceso de separación por el que muchos matrimonios han tenido y tienen que pasar, e importante asimismo para dar voz a la mujer. ¿Cómo se gestionan los enamoramientos, los engaños, la intimidad perturbada a los cincuenta años? La joven que dejaba atrás los puentes en la novela se reconstruye en este diario de madurez, Irse, con el que Esmeralda Berbel confirma sus enormes aptitudes narrativas, gracias a una voz personal y abierta. «Los consejos ya me los sé —escribe—. La edad me ha creado otro temor: yo. ¿He sido siempre así?»