Maneras de probarse
De acuerdo con el filósofo Raphael Lellouche, Borges escribió Pierre Menard, autor del Quijote tras sufrir un accidente en una biblioteca de los suburbios de Buenos Aires. El propio Borges cuenta el accidente en El Sur, uno de sus cuentos más queridos, dijo alguna vez, a través de la peripecia de Juan Dahlmann, un criollo versado en letras. ‹‹Algo en la oscuridad le rozó la frente. ¿Un murciélago, un pájaro? —cuenta Borges en El Sur—. En la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de sangre. La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó de cerrar le había hecho esa herida.›› La suerte que habría de correr Juan Dahlmann después del accidente fue contraria a la del autor de Pierre Menard, pero similar en el concepto. Ambos tuvieron que hacer frente a un duelo, Dahlmann ante un peón del Sur, con una daga que, ‹‹en su mano torpe, no servía para defenderlo, sino para justificar que lo mataran››, y Borges frente a sus propias facultades mentales, lo que le llevó a escribir aquello de ‹‹la obra visible que ha dejado este novelista es de fácil y breve enumeración››, es decir, el hallazgo de Pierre Menard, autor del Quijote, y no ‹‹otro Quijote —lo cual es fácil— sino el Quijote››.
La reflexión borgeana es de sobra conocida, y no habrá que detenerse ahí, sino en el motivo original de su escritura, según Raphael Lellouche: ‹‹Para poner a prueba sus facultades mentales comenzó a redactar Pierre Menard, autor del Quijote. Y entonces decidió probar un género literario nuevo para él, el relato fantástico. Al escribir este relato está únicamente preocupado por averiguar “de qué es capaz”, y no de los “resultados”.›› Ésta es la paradoja, el ejercicio mental al que se somete Borges, autor de Pierre Menard, autor al fin del Quijote, una paradoja que puebla el universo y a buen seguro tendrá otros ejemplos en el mundo literario. Pero ¿habría escrito Borges ese relato de no haberse dado con el batiente y haber sufrido a consecuencia una septicemia? Bah, qué tonterías. De no haber sufrido este accidente, el relato que muy rara vez habría tenido lugar es El Sur, y en tal caso no lo consideraría uno de los más queridos. Pero, del mismo modo, tampoco Borges habría sido Borges, ni Pierre Menard, Pierre Menard…, y quien esto escribe, de no haber sufrido sus accidentes, quizá no se las vería ahora con este artículo, que no es tal, sino una prueba de sus facultades mentales. ¿En qué medida la peripecia de Borges puede caber en el desorden de un autor de medio pelo, a la vuelta de unos días de asueto?
Todo artículo es una manera de probarse, en el fondo, y en especial para quien los artículos no son su oficio, sino una manera de solazarse, de expresar una serie de ideas que no caben en un relato o que primero deben bregarse y mostrar de qué son capaces. Para eso la escritura es ideal: lo pone todo del derecho y del revés, y permite verle a la idea de turno los cuartos interiores, sin dejarla inútil y sobada. De hecho, no está clara la voluntad de Borges al empezar la escritura de Pierre Menard, autor del Quijote, ya que por entonces aún no se tenía por un cuentista, y encontró en Pierre Menard, de acuerdo con Lellouche, la inspiración para el género fantástico. Las primeras líneas del relato no tenían por qué llevarlo a una ficción, sino a una de sus inquisiciones, tal vez, o a cualquier nuevo género producto de un batiente mal cerrado contra la sien de un pobre literato. ¿Y qué más da? Juan Dahlmann se fue al Sur, donde su bisabuelo empezó la fortuna de la familia criolla, y ahí habría de ponerse a prueba, con menos suerte, se da a entender, porque el Sur es menos una propiedad que el espacio de sus fantasías.
Las maneras de poner a prueba las facultades mentales de uno no tienen por qué pasar a la fuerza por la letra escrita ni por una tarea relacionada con la creación; también se puede robar la cucharilla del café en un restaurante, proponer a cualquiera una cita (otra forma de duelo) o pintar una pared. Para todo hace falta cierto temple, pero de un modo especial para pintar la pared. Hay que coger el bote de pintura, la brocha, papel de periódico para el suelo, así como para los extremos de la pared en cuestión, y coger en todo momento la cantidad de pintura adecuada, con tal de que la brocha moje pero no deje goterones. Pintar una pared no es como escribir un cuento, pero sirve, en la medida en que la literatura no puede llenar por sí misma una existencia humana, y la pared, como el Quijote de Menard, una vez pintada, si bien sigue siendo la misma, ya no es la misma pared.
Escrito por Juan Bautista Durán