Mujer fuerte que trasciende las fronteras

Mujer fuerte que trasciende las fronteras

Por Angie Pagnotta

Tatiana Goransky es una artista fuerte. Y digo artista porque de forma clara, lo es: tras su paso por la Escuela Municipal de Arte Dramático egresó de Dramaturga, es escritora y autora de las novelas Lulúpe María T (Símurg, 2005), ¿Quién mató a la cantante de jazz? (Tantalia, 2008, reeditado en 2013 en Estados Unidos y en 2015 en España); Los Impecables (Comba, 2016) y Fade Out (Comba, 2017). Además, como si fuera poco, es cantante de jazz.

“Hay que tener caos y frenesí en el interior para dar luz a una estrella danzarina’’, dijo alguna vez Friedrich Nietzsche y en cierta medida, ese frenesí se puede ver en los gestos, la mirada y las palabras de Goransky. Tomar un café con ella es entrar en un área de abstracción total donde lo más importante de ese momento es lo que se está conversando, lo que dice y cómo lo dice: con sus manos, con la cadencia de sus palabras, con su pelo ondulado y su sonrisa abrazadora. En el transcurrir de la conversación se deslinda la fuerza de su ser, porque en cada palabra, —con tanta convicción—, es que se refleja esa estrella danzarina de la que habla Nietzsche.

La charla, entonces, comienza con un café en el Bar “La Poesía’’, ubicado en el barrio de San Telmo, en la Ciudad de Buenos Aires y en este instante es que quiero comenzar con un detalle que no puedo evadir:

Una de las primeras cosas que me llamó la atención a la hora de investigarte, fue la pluralidad en la que se apoya tu hacer artístico. Lo noté al encontrarme con una cantidad de registros y temáticas en los que circula tu literatura, tu voz y tus modos de hacer. De hecho, en una entrevista decís que desde chica tuviste que pelear contra el dicho “el que mucho abarca, poco aprieta” y, sin dudas, creo que eso ha quedado demostrado en tu acontecer artístico pero, para establecer un juego, supongamos que hoy —años de experiencia más tarde— tuvieras que volver atrás y hablarle a la Tatiana de hace 20 años ¿Le dirías que se enfoque más alguna área o qué le dirías al respecto?

Le diría que no perdiera tanta energía y tiempo tratando de explicarles a otros su manera de vivir la vida. No hay que justificarse, no hay que predicar, no hay que dejar que nos siembren esa inseguridad que marca. Hay que saber escucharse. Eso le diría, “escuchate, seguí tu deseo, vas a estar bien. No hace falta que te adaptes a los dichos populares, construí tu propio paradigma y, por encima de todas las cosas, no pierdas la alegría. Nada lo vale.”

¿Cómo crees que se conjugan tus profesiones y tus oficios a la hora de escribir ficción? ¿Hay un desdoblamiento que también se manifiesta en tu escritura?

Cada vez que me encuentro en el escenario o ante una página en blanco, vuelvo a empezar de cero. Claro que tengo oficio, y esa es la base de poder seguir sosteniendo lo que hago, pero no hay una experiencia igual a la otra. A veces las cosas se conjugan y me permiten armar un libro como Fade out o ¿Quién mató a la Cantante de Jazz?. Otras, esperan en un rincón hasta que necesite (o no) utilizarlas. Eso sí, el oído musical me resulta esencial a la hora de escribir, y la construcción de biografías como escritora fantasma me dio muchas horas pista en la construcción de estructuras y personajes. Todo ayuda pero no siempre entra en la mezcla. El momento en el que me siento ante el teclado, ese momento de hiperrealidad en el que estoy sola con el texto nuevo, es un momento que olvida los precedentes. Esa, creo, es la única manera que tengo de seguir jugando. Sin el espíritu lúdico sería incapaz de construir ficción y me estancaría ante la muerte de todo: la autobiografía constante, la pérdida del espacio imaginario.

En tu último libro, Fade Out (Comba, 2017) hay —entre otras cosas— un repaso por el silencio y, en contraposición, por el decir, casi gritar, lo más profundo de los sentimientos ¿Cómo es tu relación con el silencio?

Insuficiente. Estos últimos años fueron de mucho ruido y, al parecer, sólo prometen empeorar. Pero es el momento que nos toca vivir, un momento en el que el silencio y el recogimiento son bienes de lujo. Un momento en el que las opiniones indiscriminadas son el rey y la tecnología, mal utilizada, la reina. Siento que vivimos en una monarquía sonora o una dictadura de polución auditiva. Me agota, vacía las cosas de sentido, hace que a veces olvide mis prioridades, me preocupa. Creo que por eso el silencio está tan presente en mi escritura, y en la música, claro. No existe la escritura sin silencio, no existe la música sin silencio y no existen las relaciones sin silencio. ¿Cómo podemos conectarnos si somos pura interferencia?

En otra entrevista que leí, decías que cantar y escribir son dos maneras de narrar, sólo que una y otra tienen distintos plazos, distintos tiempos, ¿Qué tienen de particular esas formas de narración? ¿Qué percibís que sucede en vos cuando estás en uno u otro de esos lenguajes artísticos?

Dicen que “la alegría no es sólo Brasilera, no mi amor”. Lo que me pasa en el escenario es que me contagio de la alegría de mis compañeros, del público, del sonido de la música, de ese bienestar que produce en mi cuerpo el vivir, por un ratito, dentro de esas historias con melodía propia. Cuando estoy novelando sonrió sola, lloro sola, me enojo sola, me frustro, me alegro, me siento estancada, me agarran ataques de control y descontrol, alivio, desesperanza, me pongo lúdica. Pero, todo lo que pasa, me pasa sólo a mí. No hay compañerismo en el momento de la escritura, no existe la reacción provocada por la acción del otro, al menos no de un otro real. Y el cuerpo está ahí, puesto por completo a disposición de lo que pasa en el teclado. Porque escribimos también con el cuerpo, que aunque no aparece vestido de show y expuesto en un escenario, está ahí, en cada párrafo, página y capítulo, solo, solito, desarmándose para construir.

Mirando hacia el futuro ¿Qué se viene por delante? ¿Qué proyecciones nuevas se avecinan?

En abril estaré presentando Fade out en Berlín y Madrid. Tendré también la alegría de volver a vivir un Sant Jordi en Barcelona, firmando ejemplares en las casetas de la Rambla. Pero eso es sólo a corto plazo. A mediano y largo plazo seguiré construyendo obra. Como decía Van Gogh: “El único lugar en el que el éxito viene antes del trabajo es en el diccionario”. A mí el éxito no me mueve, pero la idea de poder vivir de la escritura sí. Muchos dicen que está mal visto decir que uno quiere vivir de lo que hace y ama. Para mí no hay vergüenza en querer mantener a mi familia haciendo algo que me hace feliz. Si algún día logro eso, habré logrado el “éxito” profesional. Para lo demás se requiere verdadera valentía, para vivir digo, así que ¿qué te parece si pagamos la cuenta y nos vamos a caminar el verano porteño? Es un día precioso.

Y mientras juntas caminamos por las calles porteñas, noto inmediatamente que la pasión atraviesa todo el universo de Goransky. Sus palabras, su voz y su impronta de mujer fuerte, de artista independiente y de escritora que siempre tiene algo más para decir no terminan aquí, en estos empedrados de San Telmo. Ahora sus textos comenzarán a rodar en una gira europea que la llevará por Berlín, Madrid y Barcelona, algunas de las ciudades que ya se abrieron a esta escritora argentina que viene pisando fuerte. Que así sea, entonces. Que así sea.

© de la foto: Ana Portnoy