Perspicaces geografías
Nacido en Santiago de Chile en 1982, Matías Correa se dio a conocer en su país con una novela aguda, cargada de perspicacia, que Editorial Comba reedita para todos los lectores en lengua española con una prodigiosa kachina en la portada. No se trata de sacar en este espacio una crítica a Geografía de lo inútil, tarea que corresponde a otros medios, sino de resaltar algún que otro detalle, incurriendo incluso en la mentira, para que el libro pueda defenderse. A menudo la crítica es benevolente pero no mentirosa, como en una confesión, es decir, la palabra en manos del Señor, que le quita hierro al confesor a cada sentencia rebajada de tono. Lo importante es el hecho en sí, decir que leyó el libro y comulgar mal que bien con la palabra dada. No hay tiempo para más. Cada fin de semana los críticos se confiesan y, con mayor o menor acierto, actualizan la geografía del panorama literario.
De esta inútil geografía de Correa la prensa chilena dijo, entre otros parabienes, que ‹‹su extraña calidad interpela a un lector cada vez más escaso, aquel curioso e inteligente››, o que ‹‹goza de un equilibrio difícil de observar en estos tiempos, en base a una relación proporcionada entre forma y contenido››, opiniones que dieron alas al joven Correa como un buen petardo se las da a la imaginación. ‹‹Leer a Donoso para exorcizar a Bolaño››, respondió sabiamente en una entrevista, casi una confesión, esto sí, en un país donde afirmarse a favor de un autor u otro puede crear debate, tanto como defender en otros tercios los atributos de tal o cual presentadora televisiva en detrimento de otra. O a la inversa. O en masculino, da igual. Lo inútil en dichos tercios parece ser plantearse la literatura como espacio de debate, caldo de cultivo para que autor y lector le tomen el pulso a la realidad. Sólo unos pocos han tenido la suerte de trascender. Rafael Chirbes, por ejemplo, tras darse exitosamente la vuelta al mundo, volvió a sus corruptas orillas por unas migajas de reconocimiento. Y lo consiguió, sí, la crítica ahora lo celebra. Pocas veces se puede ser profeta en la propia tierra, ya se sabe, y tampoco se puede estar en misa y repicando, así son las cosas, no vayamos a sacarlas de quicio. ‹‹De lo perdido —dijo Bolaño— sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de la escritura.››
Todo está inscrito en una misteriosa lejanía, como el origen de la kachina que ilustra la nueva edición de Geografía de lo inútil. Claramente alegórica respecto a la juguetona historia narrada por Correa, esta kachina formó parte de una exposición en la galería barcelonesa The Laboratory, donde el pintor Matías Krahn, también chileno, plasmó en una serie de lienzos el espíritu de las kachinas, esculturas de la cosmología hopi, una de las etnias nativas americanas, y a través de ellas reflexiona sobre los orígenes —los nuestros— en este planeta. La búsqueda de Correa tiene similares motivos, apoyándose en la filosofía. El epígrafe de Wittgenstein que da inicio al libro determina el temple de cada personaje. ‹‹El mundo de los dichosos —dice— es uno distinto al de los desgraciados.›› A partir de esta premisa, cierta o no, Correa integra a cada personaje en el pueblo ficticio de Puerto Rosales donde transcurre la historia, del mismo modo que Krahn integró sus cuadros a partir de los símbolos que las kachinas le transmitieron. Para él, dijo, estas esculturas son espíritus que habitan la materia, es decir que contienen los códigos primeros.
Esta cuestión no es menos donosiana, por cierto, ni en lo que atañe a los códigos primeros de las kachinas ni en la sentencia de Wittgenstein. Se aprecia el primer punto en novelas como El obsceno pájaro de la noche o Casa de campo, donde los orígenes toman una forma extraordinaria y enigmática, capaces de devorarse a sí mismos, mientras que la idea del filósofo austríaco toma especial entidad en El jardín de al lado. ‹‹A veces —escribe Donoso en las primeras líneas— suele darse la venturosa casualidad de que [un] amigo rico ha sido amigo desde siempre, desde las playas y fundos de la adolescencia, cuando el mundo no nos proponía aún la tiránica opción de ser, tal vez, amados y célebres.›› Disponer o no de medios, esto es. En este caso, además, tiene un peso determinante el exilio, la necesidad de volver al país de origen antes de que el olvido lo cubra de una insidiosa bruma. Bolaño apreciaba de un modo especial esta novela, pese a ser muy crítico con Donoso —‹‹en casi todo estoy en desacuerdo››—, de puro paisanismo sería, pero ahí la literatura ejerce a la vez de ventana y espejo: muestra una geografía personal al tiempo que refleja el rostro de quien lo está leyendo.
Escrito por Juan Bautista Durán